No hay ausencia de color ni tersura.
Los cuerpos agradecen la agudeza del tacto.
Encendido el aire, lo efímero es sudor y la saliva.
Tórrida la sutil presencia del deseo
abarca el tiempo y ahoga el espacio.
Transcurre el viento entre los dedos,
la suavidad se apodera de lo rosa y de lo rojo
y vuelo anestesiada
y anestesiada nado hacia la nada...
me dejo guiar contracorriente.
Para que me pueda arrancar de mis fauces
y salvarme de mi misma.
Pero no puedo, me resquiebro
cada que escribo poemas
o me desnudo frente a mi misma.
Los cuerpos agradecen la agudeza del tacto.
Encendido el aire, lo efímero es sudor y la saliva.
Tórrida la sutil presencia del deseo
abarca el tiempo y ahoga el espacio.
Transcurre el viento entre los dedos,
la suavidad se apodera de lo rosa y de lo rojo
y vuelo anestesiada
y anestesiada nado hacia la nada...
me dejo guiar contracorriente.
Para que me pueda arrancar de mis fauces
y salvarme de mi misma.
Pero no puedo, me resquiebro
cada que escribo poemas
o me desnudo frente a mi misma.